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Rachel Rubin: Clitoróloga

Quienes estudian el corazón, se llaman cardiólog@s, quienes estudian, el hígado, se llaman hepatólog@s, quienes estudian el cerebro se llaman, neurólog@s, pero ¿cómo se puede llamar a quienes osan por estudiar lo que ha sido escondido o lo que no se reconocido, como el clítoris? “Ahora Rubin dice ser la principal “clitoróloga” de Washington. La broma consiste en que pocos compiten por el título, por vergüenza, falta de conocimientos o miedo a traspasar ciertos límites con las pacientes.”

El artículo del diario The New York Time, “Medio mundo tiene clítoris, ¿por qué los médicos no lo estudian?” del 19 de Octubre del 2022 escrito por Rachel E. Gross, pone de manifiesto una realidad que a diario se plasma en la vida de las mujeres o personas con vulva. Se manifiesta en nuestras manos -cuando si acaso nos masturbamos y no sabemos dónde queda el clítoris-, en nuestras camas -cuando existe para las mujeres heterosexuales una abismal brecha de orgasmos- o cuando vamos a una cita con un especialista de nuestra salud sexual y reproductiva y solo en su mayoría se centra en la reproducción y/o enfermedades.

El Clítoris se ha desconocido la mayor parte de la historia. Solo hasta 1559 fue identificado de manera oficial por el cirujano italiano Mateo Realdo Colombo, y hoy después de casi 5 siglos -463 años- aún la ciencia médica, por no mencionar las miles de personas que parecen desconocerlo en sus encuentros sexuales, el clítoris no tiene lugar ni de manera científica ni de manera de reivindicación del placer femenino.

Redescubrir el clítoris y la vulva, es urgente.
Se necesita una mirada acorde no solo a su condición biológica, sino cultural para poder entenderlo, se requiere que los libros de anatomía, los artículos de investigación y las personas que tiene que ver con él, lo nombren, lo conozcan, lo palpen sin miedo, reconozcan su parte biológica, y que esto, lleve a dar lugar a entender la salud sexual de personas con vulva no solo como asunto de anticonceptivos y de enfermedades sexuales, y lo reconozcan como parte fundamental para el placer sexual y el disfrute de la sexualidad -derecho que se nos ha negado-.

Ingresa aquí, para leer todo el artículo del New York Times.

 

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