Gracias miedo
Empezaremos a hacer una serie de post sobre las emociones para agradecer eso que nos pasa adentro, o como dicen, lo que nos pasa en el corazón, pero lo sentimos en todo el cuerpo y vienen comandadas, queramos o no por nuestra torre de control: ¡nuestro cerebro, sistema límbico y sistema nervioso!
Son una combinación de patrones evolutivos, aspectos bioquímicos, culturales y hasta poéticos.
Este espacio será para agradecer a nuestras emociones que nos permiten conectarnos con lo bonito y lo no tan bonito que nos habitan, que a veces reconocemos que están ahí, y muchas veces emergen como algo inesperado.
Tomaremos como referencia la teoría de las emociones de Paul Ekman que incluye 6 emociones universales: ira, asco, miedo, alegría, tristeza y sorpresa.
Algo fundamental y es lo queremos reivindicar: las emociones no son malas ni buenas. Ellas, todas, son necesarias e indispensables para la supervivencia y la adaptación. Así que el espacio de los lunes, serán para su justa validación y legitimación.
Para empezar, vamos a agradecer, al miedo. Si al miedo.
La emoción del miedo es la maestra de la protección y la valentía.
Aparece cuando hay una neurocepción y/o percepción de amenaza, peligro o dolor. Se Se manifiesta con la palidez facial, temblores, respiración entrecortada, náuseas, hasta vómito o diarrea.
Nuestro cerebro interpreta peligro y que por tanto debemos protegernos o buscar seguridad.
Un cerebro sano al percibir en las otras personas el miedo, tiende espontáneamente a
Brindar protección, cobijo y socorro. Aunque el miedo también se emplea para controlar, dominar, violentar y hasta para vender seguridad. Por ello es muy importante no caer presas de él y tener un pensamiento crítico que nos permita evaluar qué nos venden por seguridad.
El miedo da alarmas que nos permite movilizarnos a lugares seguros.
Para ir conociendo más nuestras emociones, les invito a que nos preguntemos:
– ¿Qué es lo que me da miedo?
– ¿Es algo propio o lo aprendí de mi familia?
– ¿Qué hemos hecho cuando sentimos miedo?
– ¿Cómo hemos reaccionado ante los miedos de los demás?
– ¿El miedo te controla?
– ¿Logras regularte cuando aparece el miedo?
– ¿Te cuenta regularte?
Cuando logramos identificar, reconocer, comprender e integrar las emociones que nos habitan, encendemos rinconcitos donde nuestras sombras se acomodan. Iluminarnos muchas veces duele. La comprensión y la gestión de las emociones también. Es un camino que debemos recorrer con mucha paciencia y compasión.