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El erotismo presente en Richard Strauss. Acerca del Concierto No 5 de la Orquesta Filarmónica de Medellín.


Ayer estuve en el quinto concierto oficial de la Orquesta Filarmónica de Medellín, el cual tenía para mi gran significado por la temática de las obras que allí se interpretaban. Matices eróticos y música impredecible al mejor estilo de Richard Strauss y bajo la dirección del maestro chileno Francisco Reting, me permitieron una experiencia sensualista de voluptuosidad auditiva memorable.

El siguiente texto es un extracto del programa de mano correspondiente a las dos obras de Richard Strauss, en las que el erotismo hace gala y que El Diván Rojo compartirá con ustedes, querid@s erotistas:

Don Juan, poema sinfónico. Opus 20 – R. Strauss

Byron as Don Juan, with Haidee, 1831 Alexandre-Marie Colin

“Durante los largos años que precedieron a su consagración como compositor de ópera, Strauss inició una triunfal andadura en la sala de conciertos de la mano de sus espectaculares poemas sinfónicos para gran orquesta.

Entre 1886 y 1889, Strauss trabajó en la composición de sus poemas sinfónicos: Macbeth, Don Juan y Muerte y Transfiguración. El segundo de ellos, que hoy se escucha, sería estrenado con notable éxito, el 11 de noviembre de 1889, en el Teatro Real de Weimar. La composición toma su origen en el poema homónimo de Nikolaus Lenau. En él se entiende que “la culpa trágica (de Don Juan) reside en la falta de medida, en el desconsiderado arrollamiento de los destinos humanos, en la posición egocentrista del erotismo. El dogma de que el “verdadero amor” se venga de la embriaguez de los sentidos, es fruto del sentimentalismo cristiano, y condena a los sentidos como obra del diablo. Esto es ajeno al mito. Don Juan no fracasa por sus vicios sino por su hibridez”.

Esta cita del ensayo del profesor H.W.von Waltershausen, acerca de la obra de Strauss, nos introduce en la atmosfera musical de este Opus 20 del compositor bávaro. Strauss citó en la partitura, tres estrofas del poema de Lenau: la primera trata del “arrebato del goce”, en el que el protagonista quisiera recorrer “el círculo mágico, inmensamente extenso, de las múltiples bellezas femeninas”; la segunda estrofa se refiere al amor, a la pasión diversa que lleva a Don Juan hacia cada nueva mujer, sin asomo de arrepentimiento; en la tercera, por fin, se evoca la calma después de la tormenta (“apariencia de muerte tiene todo deseo, toda esperanza… el combustible se ha consumido y oscuro y frío ha quedado el hogar”).

No es difícil seguir en el desarrollo de la música, cada una de esas ideas. La composición se estructura siguiendo el clásico esquema de la forma sonata. Hay una exposición: dos motivos, de cuatro compases cada uno (el primero ascendente, el segundo descendente) constituyen el exordio. Un solo de oboe introducirá un tema secundario, de corte lírico, sobre el cual se edificará una especie de enorme “duo de amor”. A su término viene la repetición de los motivos iniciales, que ahora se desarrollan, en scherzando, para luego escuchar en las trompas (sobre un trémolo de cuerdas) el desafiante tema del héroe. El desarrollo es amplio, con alteraciones de la frase inicial, hasta desembocar en la triunfal recapitulación. Un premioso acelerando nos lleva al último clímax, que se desploma súbitamente para una coda de ominosa quietud, rota por la disonancia de la trompeta y el trémolo de las cuerdas, con glissandi en el arpa. Tres acordes tenues concluyen la partitura, tan brillantemente iniciada”.

Valses de la Suite de “El Caballero de la Rosa”.
Opus 59 – R Strauss

Der Rosenkavalier (El Caballero de la Rosa) es una de las óperas más perfectas de Strauss. Todo en ello resplandece: la inspiración melódica, la prodigiosa orquestación y el tratamiento de las voces; con textos de Hugo con Hoffmansthal. Desde su estreno, en la Ópera de Dresde en 1911, El Caballero de la Rosa no ha dejado de sorprender al público e interpretes. Una reciente reedición discográfica de la versión (abreviada) grabada en Vienea en 1933 ( con Shumann, Lehmann, Olszewska y Mayr) nos devuelve instantes cimeros de una partitura a la que Strauss, en varias ocasiones, visitó con las ganas del concierto. La Suite incluye el maravilloso preludio del primer acto, con las subsigiente música de amor para Octavian y la Mariscala, la cósmica presentación de la rosa de plata (con acordes de flautas, violines, celestas y arpa), el nostálgico vals de la cita (donde el decadente Ochs pronuncia su presunto y erótico reclamo “conmigo ninguna noche será demasiado larga” y culmina con el terceto (Octavian/Sophie/Mariscala), lógicamente privado aquí de su texto, pero en cualquier caso “fervorosa confesión de las almas” (así lo definía Otto Erhardt), “donde el espacio y el tiempo se esfuman, el mundo se hunde, sólo resuenan los sentimientos de esos seres humanos, que deben arrancar de sus corazones sus alegrías y dolores, para arribar a la felicidad”. Todo ello, claro, con el epílogo arrebatador del último vals, broche brillante y sensual. Strauss, que cerró el capítulo del romanticismo alemán con sus Cuatro Últimas Canciones quiso y obtuvo que durante la ceremonia de su cremación una pequeña orquesta ejecutase el terceto de El Caballero de la Rosa”.


Mis post rojos relacionados:

Don Juan, El caballero de la rosa y Rapsodia sobre un tema de Paganini. Concierto . Filarmónica de Medellín. Abril 30 – 6:00 pm

Psicóloga Alejandra Quintero R.

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