Crónicas de la morgue. Marilyn: el mito sigue intacto.
Por Germán Antía Montoya.
Decano Facultad de Ciencias Forenses y de la Salud, Tecnológico de Antioquia.
“Marilyn Monroe, la rubia de Hollywood, el icono del cine, la bella de labios carnosos, la de Happy Birthday Mr president, la diva de divas cumple este domingo 5 de agosto 45 años de muerte.
Casi media década después de su deceso, quienes le rinden culto a la bella, de curvas perfectas, siguen sin saber a ciencia cierta las cusas de su fallecimiento. ¿Asesinato?, ¿Suicidio? ¿Muerte natural?
La muerte de Marilyn está rodeada de misterios. Varios forenses han realizado el estudio de los hechos criminales que rodearon la muerte de la actriz y confluyen en diversas hipótesis.
Esta es la teoría del profesor Germán Antía, decano de la Facultad de Ciencias Forenses del Tecnológico de Antioquia, del caso número 81128 llegado a la morgue del servicio forense del Condado de Los Angeles, Estados Unidos, el domingo 5 e agosto de 1962.
La noche del sábado
El cuatro de agosto los vecinos escucharon el ruido de vidrios rotos y gritos en la habitación de huéspedes de la mansión de Marilyn. La Policía recibió el llamado reportando su muerte al amanecer del domingo.
Thomas Noguchy
Recientemente nombrado como examinador médico; practicó la necropsia por encargo telefónico que le hizo el director de la morgue de Los Angeles. Normalmente, los examinadores médicos más experimentados eran asignados a los casos más importantes.
La enfermera siquiátrica encubierta
Eunice Murria, de 59 años, fue contratada como aseadora y dama de compañía para llevar a Marilyn a las citas medicas. Sin embargo, tras la muerte de la rubia se conoció que era enfermera enviada por el Doctor Ralph Greenson, psiquiatra de Monroe.
Como doméstica escuchaba atentamente todo en casa y luego lo susurraba al oído de Greenson.
Días después del fallecimiento de Monroe, llenó un cheque que la víctima dejó firmado en blanco. Pero, para su mala fortuna, el banco negó el cambio por hallarlo fraudulento.
La escena del crimen
El Sargento Jack Clemmons, comandante de turno esa noche, atendió el llamado que informaba la muerte de Marilyn. Clemmons observó con detalle la escena y la posición del cadáver. No vio vasos ni frascos de medicamentos. Como dato curioso encontró la ventana rota de adentro para afuera.
En la habitación no descubrió manchas de vómito ni otros fluidos corporales. Además, no había apuntes personales de la occisa.
Cambios en la escena del crimen
En fotos tomadas por el oficial que relevó al sargento Clemmons, se observan vasos y ocho frascos de píldoras en el piso de la habitación. Con lo cual se deduce que la escena del crimen fue alterada.
Días después, el tapete de la habitación fue cambiado. Y para acabar de completar las misteriosas transformaciones en el cuarto de Marilyn, la noche de los hechos el ama de llaves llamó afanosamente a los obreros para reparar la vidriera rota.
El rigor mortis
A las 5:45 de la mañana del domingo los funerarios retiraron el cuerpo del 12305 de Fith Helena drive, dirección de Marilyn. Para ello, se rompió la rigidez cadavérica para introducirla en la camilla.
El livor mortis
La lividez (livor mortis) es causada cuando la sangre se reúne en el nivel inferior del cuerpo en las horas posteriores a la muerte produciendo manchas rojo vinosas.
Cuando un cadáver es movido durante las primeras horas, las livideces se mueven del lugar donde estaban para situarse en un nuevo sitio. Continúan con este patrón mientras el cuerpo no esté inmóvil, se llama lividez móvil.
El forense reseñó en su informe livideces fijas en cara, cuello, brazo, pecho y abdomen y otra móvil, que desaparece con la presión, en la espalda y lado posterior de brazos y piernas.
Por ejemplo, cuando un cuerpo al morir permanece boca abajo por más de ocho horas y luego es volteado al pasarlo a una camilla las livideces que tenía desaparecen y cerca de una hora después tendrá livideces móviles nuevas en la región posterior.
Todo indica que Monroe fue movida en varias ocasiones antes de colocarla en posición boca abajo como la encontró la policía.
Manipulación de las pruebas
El cadáver de la diva fue llevado primero a la funeraria y no a la morgue del departamento forense del condado de Los Angeles como lo establecen las leyes para casos de muertes accidentales, asesinatos y suicidios.
No se conocieron los estudios de riñón, orina, estomago, ni del frotis vaginal. La inconsistencia en el procedimiento forense agrega un velo de duda a la veracidad del mismo.
Comentarios a la necropsia
De acuerdo con la información de los fenómenos cadavéricos se concluye: livideces fijas en rostro, cuello, tórax, porciones superiores de los brazos y el lado derecho del abdomen y lividez pálida que desparece con la presión en el dorso y en la cara posterior de los brazos y las piernas se puede inferir que llevaba más de 12 horas de muerta y que la primera parte del tiempo después de muerta la pasó boca arriba y un poco hacía el lado derecho.
La víctima fue inyectada tres días antes por el Doctor Engelbert para tratarle una diarrea. Pero, en la autopsia no se documenta la cicatriz de la punción; lo que pone en duda el informe.
Los hematomas en los muslos, comunes en víctimas de abuso sexual, que algunos testigos observaron en el cadáver de Marilyn, no fueron reportados por Noguchy.
Es posible que manchas de semen de quienes la cuidaban estaban en las sábanas que la señora Murray lavaba apurada aquella madrugada. Otras evidencias de fluidos masculinos sobre el cuerpo de la diva se borraron antes que la policía llegara.
El tapete de la habitación de Marilyn posiblemente tenía manchas en forma de mapa y por eso fue retirado y cambiado por otro. Del análisis de la escena, se concluye que la rubia, de rubias, fue accedida carnalmente la tarde del sábado. Después, en la noche le inyectaron una dosis letal.
El cadáver
El cuerpo de la diva permaneció en la brillante mesa de acero de la morgue. Todos sus prominentes atributos femeninos resaltaban en la fría sala, algunos de quienes la observaron creían que en cualquier momento podría levantarse de la mesa.
El sensual cuerpo presentaba moretones en los muslos y las huellas que un agresivo bisturí dejó en la piel debajo del reborde costal derecho y en su zona púbica. Y, finalmente, un cuchillo penetró sus carnes para exhibir las vísceras al forense.
El cadáver de Marilyn yacía sobre la mesa funeraria como escultura que prodiga al artista exquisitas líneas anatómicas.
Una incisión rasgó sus carnes, suaves hilos de sangre emanaron por su cuerpo.
El embalsamador Snyder lavó el cuerpo, limpió cuidadosamente sus uñas y con la ayuda de una máquina inició la inyección de líquidos embalsamadores.
Gracias a la inyección, el cuerpo tornó del pálido al color rosado. Poco a poco la apariencia de las carnes se volvió macizas. El embalsamador masajeó el cuerpo e intentó borrar los aspectos cadavéricos.
Con la habilidad de un cirujano y la precisión de un arquitecto cerró finamente los cortes hechos por el Doctor Noguchi. Se cercioró, además, que las heridas quedaran secas aplicando un polvillo que no dejó salir líquidos del escultural cuerpo.
Desconectó la máquina y retiró las agujas del cuerpo, continuó masajeando el cuerpo para ayudar a distribuir los líquidos.
Secó y peinó el rubio cabello. El cadáver así sobre la mesa de acero tenía, ahora, la apariencia de un icono.
Tomó un perfumero y esparció el contenido oleoso y oloroso por el cuerpo, ninguna curvatura de Marilyn quedó sin impregnarse de la exquisita fragancia.
Es el medio día del domingo en Hollywood, el Sol no parecía brillar.
El embalsamador reparó el cuerpo y recorrió la fina silueta de su cara, el perfil de la nariz y la exquisita anatomía de sus labios. Se acercó un poco más y detalló el rostro de la diva, traumatizado por la sierra del anfiteatro; empezó a darle una apariencia lo más parecida posible al rostro rutilante de una actriz.
Tras ello, tomó de una mesa lateral el vestido de seda verde. Ajustó toda la voluptuosidad de los pechos al escote del traje y encubrió las huellas de la necropsia y de una vieja cicatriz que le dejó en el abdomen una cirugía de vesícula. Ahora el abdomen lucía entallado.
Buscó en sus botiquines las paletas de maquillajes, una a una las bajó de los compartimientos. Como un artista frente a su lienzo comparó los colores con el rostro de Marilyn.
Revisó con detalle toda la gama de colores de los lápices labiales y los finos polvos dorados para contorno de ojos.
Levantó la cabeza y un asistente le colocó la peluca de cabellos rubios.
Masajeó de nuevo el rostro para relajar los músculos de la cara y distribuir los líquidos que inyectó. Poco a poco logró borrar la funesta mueca de la muerte que lucía Marilyn desde aquel sábado en la noche cuando la vida se le fue a pedacitos.
Preparó los lápices y pinceles, aplicó el rojo pasión a los labios sensuales y carnosos, el rubor a las mejillas, sombras nacaradas con brillos dorados en los parpados, delinea las cejas, coloca largas y negras pestañas postizas. Remató su trabajo resaltando el sensual lunar de la mejilla.
Concluida su obra Snyder y su asistente pasaron el cadáver al ataúd. La colocaron entre frondosas sedas y en sus manos pusieron un bouquet de rosas encarnadas.
El cuerpo fue sepultado en el West Wood Memorial Park de Hollywood, Los Angeles, Estados Unidos.
Así fue llevado a la tumba el sensual cuerpo que cada noche la diva bañaba en un ritual con una onza Agua de Colonia de Chanel N°5.
Una estrella dejó de brillar en Hollywod, pero nació el mito de la novia de novias, de la sensual que se llevaba en estampitas durante las batallas y se pegaba en las habitaciones de los calenturientos casamenteros.
Su más fiel amante Joe D´Mayo, aún en medio de la nostalgia, preparó el funeral.
Desde entonces, cada día, llega a su tumba de mármol una rosa roja.”
Tomado de el periódico EL COLOMBIANO.COM CRÓNICAS DE LA MORGUE POR GERMÁN ANTÍA